Rajoy, con su discurso vacuo, pretende trasladar el coste de las crisis, económica y política, a las instituciones
Mariano Rajoy es un presidente del Gobierno, un líder, que no se pronuncia jamás. Sus conferencias de prensa, como la que celebró el jueves en Bruselas con motivo de la Cumbre Europea, son un prodigio de vaciedad y podría darlas igualmente el ayudante del jardinero de La Moncloa. “Sobre ese asunto ya he dicho todo lo que tenía que decir”. Se refería al caso Bárcenas, sobre el que no ha dicho más que obviedades tontas.
“Todos queremos crecimiento económico. ¿Quién no va a querer crecimiento económico en Europa?”, como si los ciudadanos fuéramos rematadamente idiotas y no supiéramos que la cuestión es la prioridad que se concede al crecimiento respecto al ritmo de recorte del déficit y el calendario que se puede manejar en ese sentido.
¿Rajoy maestro en maniobras destructivas? |
¿A qué viene esa actitud? ¿Responde solo a la forma de ser de Rajoy? No, se trata de una estrategia que consiste en afrontar las crisis, política y económica, trasladando el deterioro que provocan a las instituciones.
¿Rajoy un ciudadano poco fiable? |
Los hagiógrafos del presidente insisten en que es un gran fajador. Lo será, en su ámbito privado, pero como político es un dirigente capaz de destruir el sistema antes que encontrar una salida política a un problema que es de su competencia y que sería su obligación afrontar.
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