lunes, 10 de diciembre de 2012

Nadie en su sano juicio -y ahí están los datos de inversión extranjera directa - invertiría en un país que asiste con los brazos cruzados al descenso trimestre tras trimestre de la renta disponible de los hogares, y, en paralelo, ve como se estrechan los márgenes empresariales, lo que paraliza cualquier proceso de inversión.


Cuando se suben los impuestos sin ton ni son, sin distinguir la aportación al crecimiento económico de los distintos sectores productivos, lo que se hace es tratar problemas distintos con la misma medicina, y eso explica la ausencia de una política económica e industrial coherentes.

Ese es, en realidad, el fondo del problema: 
En vez de desmontarse los desmesurados oligopolios que oprimen las ideas y la creatividad, por ejemplo facilitando el fin de la prolongación artificial de las patentes o una nueva ronda de liberaciones en sectores estratégicos como la energía o las telecomunicaciones- se ha optado por enfangar en las aguas sucias de la crisis a miles de empresas que fracasan por falta de financiación y por ausencia de unas nuevas reglas económicas. O dicho de otra forma, en lugar de hacer reformas sectoriales para hacer una economía más competitiva, se opta por recuperar la vieja Junta Superior de Precios para contener la inflación de manera puntual en noviembre (el mes de las pensiones)